sábado, 22 de noviembre de 2014

TRES RELATOS DESDE LA CALETA*: LA HISTORIA DE MI HERMANA - EL DAÑO - PARA ELLA


La Historia de mi hermana
Vengo a entender lo que le pasa a mi hermana y lo que tengo que hacer...
No sé cómo ayudarla y pensé que acá donde ustedes ayudan a personas adictas podrían ayudarme a mí que soy hermana de una. 

Mi hermana está en la cárcel y mi mamá decidió no visitarla más. ¡Varias veces nos dijo que cambiaría y no lo hizo! ¡Y ahora para peor la tomaron presa por tráfico! (Aunque un amigo me dijo que ella tenía apenas un par de papelillos y que a los verdaderos traficantes de la población, no les pasa nada…).
A mi mamá le da mucha vergüenza que ella esté presa porque dice que somos pobres, pero no delincuentes. Y yo estoy muy confundida. Quiero a mi hermana, pero no la entiendo, no sé por qué le hace a la pasta y por otra parte, me da rabia con mi mamá porque digo yo: mi mamá nunca le dio la cortada a mi padrastro que era alcohólico y llegaba dando jugo todos los fines de semana… A él no lo abandonó hasta que se murió, pero a mi hermana sí…  Mi mamá dice que es distinto un hombre que una mujer adicta, que una mujer es peor… No es que yo no quiera a mi mamá, la quiero porque luchó por nosotras, nos sacó adelante, pero creo que no es justa con mi hermana. Mi hermana es la mayor de las dos y se llevó lo peor de nuestra infancia: de chiquitita tuvo que salir a trabajar con mi mamá, yo estaba en coche porque tenía meses no más y no me acuerdo de nada, pero mi hermana ya tenía 7 años. 
Una vez, hace poco, llorando me dijo que no olvida el frío, la calle, la madrugada, hacer sopaipillas con mi mamá, estar en el puesto horas todos los días, que apenas alcanzaba el mesón del carro, que se empinaba para vender… -Yo odio las sopaipillas y debe ser por eso, no me acuerdo, pero algo en mí recuerda-… 

Con el tiempo apareció mi padrastro y comenzó ayudar a mi mamá con plata porque en ese tiempo él trabajaba, pero después se puso a tomar y siempre se la agarraba con mi hermana cuando estaba curado. Le decía “huacha” y le pegaba. Mi hermana se arrancó de la casa por sus golpes a los 15 años y ahí en la calle comenzó con la pasta base. Cuando mi padrastro se murió, ella ya tenía 25, ahí volvió a la casa. Yo estaba feliz y creí que ahora ella iba a cambiar, pero no fue así… Y ahora que le cuento esto me doy cuenta de lo que le pasa a mi hermana: tantos años de sufrimiento no se borran en unos pocos meses que lleva de vuelta con nosotras... Ahora que yo entendí, tal vez pueda explicarle a mi mamá o mejor la traigo para acá y usted le explica.
Cuando vayamos a la cárcel lo primero que le quiero decir a mi hermana es que ya la entendí.
puntadas 

Fuente: Boletín de la Comunidad Terapéutica "CALETA SUR, LA PINTANA", N° 1, ABRIL-MAYO-JUNIO 2014, AÑO I


El Daño
Entró a la oficina con su madre que llevaba una guagua en los brazos. La niña tenía unos 11 años, la mujer, edad indefinida… (Se ve tantas mujeres jóvenes que parecen mayores y tantas otras demasiado jóvenes para ser madres o abuelas, que una se confunde)...

-¿Acá vienen por problemas con la droga, señorita?- preguntó la mamá y meció a la guagua. La niña nos observó y terminó posando su mirada en la perra que trataba de entrar desde el patio.
La mujer dijo que venía “por” su marido. La guagua se despertó por completo y sonrío con una boquita pequeñísima. Mi compañera invitó a la madre a conversar en privado y ella le ofreció la guagua a la niña quien la recibió con un gesto normal, como si la hubiera recibido miles de veces.
Le pregunté el nombre de su hermanita y el de ella, me respondió cortante.
“¿Qué edad tienes? ¿En qué curso vas?”, le hice esas preguntas triviales. La niña habló un poco más y hasta sonrío. Me habló de sus clases de Lenguaje, que le gustaban, pero que no sabía si pasaba Matemáticas. Su hermanita dio un gritito como para aclarar que estaba presente. “¡Qué linda!”, le dije, “Se parecen, son muy bonitas”… ¡Para qué lo dije! La niña endureció su gesto y no quiso seguir hablándome. Me miró con rabia, de arriba abajo, e incluso esbozó una sonrisa que me pareció de burla. Algo como “¡Y a ésta quién le dio velas en este entierro!”. 

Insistí en hablarle, le propuse una galleta, mandalas para pintar, pero nada. Tomó a la guagua y se fue al patio. Desde la ventana vi como se sentaba sola frente a las plantas y yo, insistente, la seguí.

“Qué te tiene tan enojada”, le dije.
“¡No soy bonita, señora!”. Parecía furiosa.
“Claro que sí, ¿por qué crees que no?, ¿Quién te dijo…?”...

Abrazó a la guagua: “¡Hace 2 años que estoy aguantando que los chiquillos del curso me digan gorda, fea…!”. Vi sus ojitos húmedos. La guagua nos miraba y la perra se había echado a sus pies.
“Lo siento mucho”, le dije, “pero no voy a mentirte como ellos. La de ellos es sólo esa mala costumbre de dañar… Vas a crecer, te vas a dar cuenta que eres bonita y te vas a hacer fuerte”.

Corrieron un par de lágrimas por su carita: “¿Y por mientras qué hago?”... La abracé sin respuesta. Le pregunté si le había contado a su mamá. “Sí. Dice que tenga paciencia. Ella trabaja mucho y sé que tiene tantos problemas con mi papá como yo con los chiquillos del curso. Prefiero no decírselo”…
Su mamá ya salía de la consulta. La niña me abrazó y se despidió con un beso. Parecía algo aliviada. Le regalé mandalas: “esto te va a tranquilizar, son muy entretenidos de pintar”.

Mientras las veía alejarse, deseé que volvieran y espantar más esos dolores... También me quedé pensando en el Daño, en todo el doloroso Daño que ha forjado nuestras vidas.
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Fuente: Boletín de la Comunidad Terapéutica "CALETA SUR, LA PINTANA", N° 2, JULIO-AGOSTO-SEPTIEMBRE 2014, AÑO I

  


Para Ella
A Priscila
Llegaba sigilosa. Seria muchas veces, otras, inexplicablemente feliz y como una niña preguntaba por la terapeuta que le inspiraba los afectos que extrañó.

Desde niña le dolió la falta de protección, la cadena de su vida y de la de sus ancestras fue fraguando sus dolores. La sensación de no ser querida, de no ser suficiente, de no bastar por sí misma, y esa maldita soledad interna fueron repletando sus días. Vivía sola con su gata que hoy nadie sabe dónde está y que como no es humana, no mereció demasiada atención de nadie .
Ella hubiese querido un amor  como de  teleseries… “Verdadero”, dijo alguna vez… Pero es que  esos, justamente esos, no son verdaderos si no falsos… (Nunca llegamos a un acuerdo en aquella discusión sobre el amor…).

Se fue una noche de tantas. Otro amor fallido y las heridas abiertas de su vida, de la vida de su madre y probablemente de la vida  de la madre de su madre, desataron su muerte silenciosa. Nadie estuvo con ella esa noche. Y pocos saben que Ella, no sólo no fue suficientemente amada, si no que ni siquiera lloró lo suficiente.
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Fuente: Boletín de la Comunidad Terapéutica "CALETA SUR, LA PINTANA", N° 3, OCTUBRE-NOVIEMBRE-DICIEMBRE 2014, AÑO I

* CALETA SUR, en la comuna de La Pintana en Santiago es una comunidad terapéutica para el tratamiento de consumo problemático de Drogas y Alcohol. A esta comunidad ingresan libremente y por propia voluntad y elección mujeres y hombres que lo solicitan.

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